Esta no es una historia de princesas como las que estás acostumbrado o acostumbrada a leer o escuchar, sino una que nos cuenta de una pequeña niña, que ganó la pulseada a sus amigas y conquistó el derecho de ser la princesa de la lluvia por su ingenio e imaginación.
La niña se llamaba Eliselda y resulta que un dĂa muy lluvioso estaba en su casa junto a otras cuatro niñas, amigas de ella, y cuatro niños, sus tres hermanos y otro más.
Además de los peques, en la casa habĂa adultos; los padres de Eliselda y una pareja de amigos de estos, padres a su vez de uno de los niños y una niña que estaban jugando junto con los otros.
La lluvia no tenĂa para cuando parar y ya los juegos infantiles se estaban agotando.
Los niños se aburrĂan y entonces los adultos idearon un plan para mantenerlos entretenidos.
-Haremos una obra de teatro en la que cada cual tendrá un papel –propuso el amigo del padre de Eliselda.
Todos aceptaron gustosos, pero las niñas, cuando descubrieron que la obra serĂa de princesas, empezaron a discutir entre ellas, pues todas querĂan encarnar el rol protagĂłnico de la bella heredera de la corona.
-No peleen –dijo el hombre que funcionaba como director de la obra-. Todas pueden ser princesas pues nuestra obra tendrá cinco y no una como casi todas las historias.
Las niñas se miraron sorprendidas, pues no entendĂan cĂłmo podĂa haber una historia con cinco princesas.
Los adultos debatieron entre ellos para ver cĂłmo resolver el embrollo y crear un argumento con cinco princesitas.
AsĂ, explicaron que en la comarca de la historia habrĂa efectivamente cinco princesitas, que alternarĂan la primacĂa en correspondencia con el estado del tiempo que hubiese en el reino.
Una reinarĂa en los dĂas de lluvia, otra en los soleados, una en los neblinosos, otra en los que nevara mucho y por Ăşltimo, una para los nublados.
Las niñas aceptaron gustosas, pero al percatarse que jugarĂan en un dĂa lluvioso empezaron a discutir nuevamente.
Todas querĂan ser la princesa de la lluvia, ya que la que encarnase ese rol, reinarĂa de momento por encima de las demás.
La sana pelea era disfrutada por los niños varones y los adultos, que reĂan de los caprichos de las niñas.
Sin embargo, el director de la obra propuso su idea para acabar con la discusiĂłn.
HarĂan un casting, y aquella pequeña que mejor dramatizase su idea de princesa de la lluvia, tendrĂa el papel.
Las niñas hallaron la tarea muy complicada. No vislumbraban cómo escenificar acertadamente a una posible princesa de la lluvia.
Eliselda, que destacaba por su imaginación y creatividad, decidió que lo mejor era ir a preguntarle a ese elemento atmosférico.
AsĂ, fue al portal y observa a la lluvia, que tenazmente se negaba a dejar de caer y permitir que aclarase el dĂa. Tras unos minutos de observaciĂłn, Eliselda volviĂł a entrar a la casa y dijo:
-Listo, ya sé cómo ser la princesa de la lluvia.
Sin decir nada más, tomĂł una sábana y subiĂł al improvisado escenario que habĂa hecho el director.
Se colocĂł la sábana encima de ella y empezĂł a moverse de arriba abajo, cual lluvia que caĂa y de repente se quedĂł acostada en el suelo del escenario, donde empezĂł a golpear progresivamente con sus dedos, simulando la lluvia que caĂa en el exterior de la casa.
Tanto empeño le puso Eliselda a su interpretaciĂłn, que cuando acabĂł se descubriĂł y vio que habĂa dejado boquiabiertos tanto a adultos como al resto de niñas y niños.
AsĂ, nadie puso en duda que a ella correspondĂa el papel de princesa de la lluvia y todos juntos ejecutaron una bonita obra, en la que ninguna princesa era más importante que otra, pero sĂ era la de la lluvia la más reconocida por la creatividad e imaginaciĂłn de Eliselda, la pequeña niña que la encarnaba.
La niña se llamaba Eliselda y resulta que un dĂa muy lluvioso estaba en su casa junto a otras cuatro niñas, amigas de ella, y cuatro niños, sus tres hermanos y otro más.
Además de los peques, en la casa habĂa adultos; los padres de Eliselda y una pareja de amigos de estos, padres a su vez de uno de los niños y una niña que estaban jugando junto con los otros.
La lluvia no tenĂa para cuando parar y ya los juegos infantiles se estaban agotando.
Los niños se aburrĂan y entonces los adultos idearon un plan para mantenerlos entretenidos.
-Haremos una obra de teatro en la que cada cual tendrá un papel –propuso el amigo del padre de Eliselda.
Todos aceptaron gustosos, pero las niñas, cuando descubrieron que la obra serĂa de princesas, empezaron a discutir entre ellas, pues todas querĂan encarnar el rol protagĂłnico de la bella heredera de la corona.
-No peleen –dijo el hombre que funcionaba como director de la obra-. Todas pueden ser princesas pues nuestra obra tendrá cinco y no una como casi todas las historias.
Las niñas se miraron sorprendidas, pues no entendĂan cĂłmo podĂa haber una historia con cinco princesas.
Los adultos debatieron entre ellos para ver cĂłmo resolver el embrollo y crear un argumento con cinco princesitas.
AsĂ, explicaron que en la comarca de la historia habrĂa efectivamente cinco princesitas, que alternarĂan la primacĂa en correspondencia con el estado del tiempo que hubiese en el reino.
Una reinarĂa en los dĂas de lluvia, otra en los soleados, una en los neblinosos, otra en los que nevara mucho y por Ăşltimo, una para los nublados.
Las niñas aceptaron gustosas, pero al percatarse que jugarĂan en un dĂa lluvioso empezaron a discutir nuevamente.
Todas querĂan ser la princesa de la lluvia, ya que la que encarnase ese rol, reinarĂa de momento por encima de las demás.
La sana pelea era disfrutada por los niños varones y los adultos, que reĂan de los caprichos de las niñas.
Sin embargo, el director de la obra propuso su idea para acabar con la discusiĂłn.
HarĂan un casting, y aquella pequeña que mejor dramatizase su idea de princesa de la lluvia, tendrĂa el papel.
Las niñas hallaron la tarea muy complicada. No vislumbraban cómo escenificar acertadamente a una posible princesa de la lluvia.
Eliselda, que destacaba por su imaginación y creatividad, decidió que lo mejor era ir a preguntarle a ese elemento atmosférico.
AsĂ, fue al portal y observa a la lluvia, que tenazmente se negaba a dejar de caer y permitir que aclarase el dĂa. Tras unos minutos de observaciĂłn, Eliselda volviĂł a entrar a la casa y dijo:
-Listo, ya sé cómo ser la princesa de la lluvia.
Sin decir nada más, tomĂł una sábana y subiĂł al improvisado escenario que habĂa hecho el director.
Se colocĂł la sábana encima de ella y empezĂł a moverse de arriba abajo, cual lluvia que caĂa y de repente se quedĂł acostada en el suelo del escenario, donde empezĂł a golpear progresivamente con sus dedos, simulando la lluvia que caĂa en el exterior de la casa.
Tanto empeño le puso Eliselda a su interpretaciĂłn, que cuando acabĂł se descubriĂł y vio que habĂa dejado boquiabiertos tanto a adultos como al resto de niñas y niños.
AsĂ, nadie puso en duda que a ella correspondĂa el papel de princesa de la lluvia y todos juntos ejecutaron una bonita obra, en la que ninguna princesa era más importante que otra, pero sĂ era la de la lluvia la más reconocida por la creatividad e imaginaciĂłn de Eliselda, la pequeña niña que la encarnaba.
0 Comentarios