Hace mucho, muchĂsimo tiempo atrás, cuando en la Tierra comenzaron a habitar los primeros hombres, ya existĂan bestias temibles que dominaban la oscuridad y sembraban el terror a su paso.
Por fortuna, tambiĂ©n existĂan seres buenos y compasivos, como las hadas, que sirvieron al hombre y le protegieron de todo peligro. AsĂ, para que los primeros habitantes de la tierra no murieran de frĂo en el crudo invierno, el Hada de la Luz les regalĂł el fuego. Y para que pudieran defenderse de los grandes monstruos, el Hada de los Metales, les regalĂł espadas y escudos.
Todas las hadas bondadosas tenĂan algo que obsequiar a los hombres, todas menos el Hada de la Noche, que a pesar de ser generosa, no podĂa encontrar un regalo que pudiera ser de utilidad.
Un buen dĂa, mientras descansaba en el regazo de un rĂo, el Hada de la Noche se encontrĂł con un muchacho que temblaba de frĂo a los pies de un árbol. Cuando le preguntĂł, el triste chiquillo solo pudo explicarle que habĂa perdido todo en la vida, y que un furioso dragĂłn habĂa devorado su casa, su caballo y su gato.
Con el corazĂłn arrugado, el hada buena quiso compensarle con un noble detalle, agarrĂł un trozo de su vestido, hecho de la noche más oscura, y dibujĂł con Ă©l la silueta exacta del muchacho. Seguidamente, la colocĂł sobre el suelo y la llenĂł de magia, y el muchacho se llenĂł de alegrĂa al ver que la silueta imitaba todos sus movimientos.
Entonces, el Hada de la Noche recorrió el mundo entero, regalándole a cada hombre su propia sombra, hecha con los retazos de su vestido, para que jamás volvieran a sentirse solos en el mundo.
CĂ©sar Manuel Cuervo
Por fortuna, tambiĂ©n existĂan seres buenos y compasivos, como las hadas, que sirvieron al hombre y le protegieron de todo peligro. AsĂ, para que los primeros habitantes de la tierra no murieran de frĂo en el crudo invierno, el Hada de la Luz les regalĂł el fuego. Y para que pudieran defenderse de los grandes monstruos, el Hada de los Metales, les regalĂł espadas y escudos.
Todas las hadas bondadosas tenĂan algo que obsequiar a los hombres, todas menos el Hada de la Noche, que a pesar de ser generosa, no podĂa encontrar un regalo que pudiera ser de utilidad.
Un buen dĂa, mientras descansaba en el regazo de un rĂo, el Hada de la Noche se encontrĂł con un muchacho que temblaba de frĂo a los pies de un árbol. Cuando le preguntĂł, el triste chiquillo solo pudo explicarle que habĂa perdido todo en la vida, y que un furioso dragĂłn habĂa devorado su casa, su caballo y su gato.
Con el corazĂłn arrugado, el hada buena quiso compensarle con un noble detalle, agarrĂł un trozo de su vestido, hecho de la noche más oscura, y dibujĂł con Ă©l la silueta exacta del muchacho. Seguidamente, la colocĂł sobre el suelo y la llenĂł de magia, y el muchacho se llenĂł de alegrĂa al ver que la silueta imitaba todos sus movimientos.
Entonces, el Hada de la Noche recorrió el mundo entero, regalándole a cada hombre su propia sombra, hecha con los retazos de su vestido, para que jamás volvieran a sentirse solos en el mundo.
CĂ©sar Manuel Cuervo
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