Cuentan que cuentan, de un lejano castillo donde vivĂa un prĂncipe joven y apuesto, con el que todas las muchachas jĂłvenes del reino querĂan casarse. Sin embargo, el prĂncipe no reparaba ni siquiera en la más bella, sino que pasaba todo su dĂa en compañĂa de su mascota, una gata cariñosa y pequeña de nombre Zapaquilda.
Cierto dĂa, se encontraba el prĂncipe como de costumbre jugando con su gata a los pies de la chimenea, cuando de repente exclamĂł: “Me gustarĂa que fueras una mujer, Zapaquilda, para casarme contigo”. Y en ese instante, apareciĂł un hada milagrosa ante los ojos del joven prĂncipe, que con tres toques leves en el suelo, convirtiĂł a la pequeña gata en una mujer deslumbrante y hermosa.
El prĂncipe, asombrado y feliz, anunciĂł al momento su casamiento con la joven Zapaquilda. Y para la mañana siguiente, se encontraba el palacio repleto de invitados que contemplaban la belleza de la novia. Fue entonces cuando ocurriĂł la desgracia, pues por el inmenso salĂłn atravesaba a toda velocidad un ratoncillo, y al verle Zapaquilda, se abalanzĂł sobre el asustado animalillo y se lo embuchĂł de un solo movimiento.
Arrepentido de su deseo, el prĂncipe quiso de vuelta al hada milagrosa, para que devolviera la forma de gata a su querida Zapaquilda. Pero esto nunca ocurriĂł, y el jovenzuelo tuvo que vivir el resto de su vida viendo a su esposa devorar los ratones del palacio, convencido de que a veces, hay que tener cuidado con las cosas que se desean.
Cierto dĂa, se encontraba el prĂncipe como de costumbre jugando con su gata a los pies de la chimenea, cuando de repente exclamĂł: “Me gustarĂa que fueras una mujer, Zapaquilda, para casarme contigo”. Y en ese instante, apareciĂł un hada milagrosa ante los ojos del joven prĂncipe, que con tres toques leves en el suelo, convirtiĂł a la pequeña gata en una mujer deslumbrante y hermosa.
El prĂncipe, asombrado y feliz, anunciĂł al momento su casamiento con la joven Zapaquilda. Y para la mañana siguiente, se encontraba el palacio repleto de invitados que contemplaban la belleza de la novia. Fue entonces cuando ocurriĂł la desgracia, pues por el inmenso salĂłn atravesaba a toda velocidad un ratoncillo, y al verle Zapaquilda, se abalanzĂł sobre el asustado animalillo y se lo embuchĂł de un solo movimiento.
Arrepentido de su deseo, el prĂncipe quiso de vuelta al hada milagrosa, para que devolviera la forma de gata a su querida Zapaquilda. Pero esto nunca ocurriĂł, y el jovenzuelo tuvo que vivir el resto de su vida viendo a su esposa devorar los ratones del palacio, convencido de que a veces, hay que tener cuidado con las cosas que se desean.
0 Comentarios